martes, 22 de mayo de 2012

Suicide club

El reloj de la vieja abadía marcaba las tres. Caminaba por las calles húmedas, impregnadas del olor a asfalto mojado. Las luces y las sombras conformaban una perfecta atmósfera, solo se dibujaba el contorno de las siluetas. Había un silencio absoluto, yo disfrutaba de pleno de tal ausencia de ruido. Crucé la gran avenida y llegué al viejo puente de piedra. Oía el eco de mis pasos, el cielo tupido de grises nubes, había desembocado en un color violeta amarronado.



De repente alcé la vista y vi una silueta de pie encima de la barandilla del viejo puente. Era una figura humana. Permanecía quieta, inmóvil. No percibía ni el más mínimo movimiento. Me quedé parada, paralizada observando entre la duda, el desconcierto y la confusión. Cuando mi cerebro consiguió relacionar aquella escena con la posible voluntad de la figura, me encaminé despacio hacia ella. Con paso decidido pero sigiloso me posicioné detrás de aquella persona.


- Hola


Se giró lentamente un chico. Tenía la capucha echada por encima. Sus ojos se hallaban completamente llorosos, su nariz completamente roja moqueaba y sus labios estaban extremadamente rojos por el frío y la humedad de la noche. Me miraba completamente abatido.


- Oye…no sé qué es lo que pretendes ni por qué…bueno, puedo imaginármelo, pero¿ sabes? Yo que tu esa opción la dejaría como último recurso…intenta todo antes de recurrir a ella, siempre es la última salida.


Me miraba fijamente y según fui pronunciado mis palabras sus ojos se llenaban de lágrimas.


- Creéme ya lo he intentado todo…- giró la cabeza y miró hacia la abismal profundidad de agua que yacía a varios metros bajo sus pies- dudo, porque no quiero sentir dolor. Sé que será por poco rato…pero…aún así el miedo al dolor me frena.


No sabía que decirle.Yo misma muchas veces había llegado a la conclusión de que el suicidio era una perfecta vía de escape a este mundo…pero lo veía tan pequeño, tan joven, algo más que yo y con esa cara tan desgarrada de dolor…


- Te entiendo. Mas de una vez he intentado cortarme las venas, pero no quería sufrir, así que rasgaba y rasgaba con un cuchillo, hasta solo obtener una hermosa cicatriz. No voy a pedirte que no te tires. Moralmente es mi obligación, pero es tu vida. Desconozco tus razones, pero al fin y al cabo, la mayoría de las personas tienen una razón en común: este mundo es una mierda, está corrompido. Los ángeles que han bajado a la tierra en su vida de humanos todos han determinado por suicidarse, no pudieron con este infierno. Con esa carita de angel que tienes, aquí, acabarás por volverte loco. Yo opto por el consuelo de dormir, pues es cuando soy feliz.


No pude seguir pues rompió en sollozos.


- Sólo querría una última cosa


- ¿Cuál?


- Que alguien visitase mi tumba, aparte de mis padres, no quiero que sea como si no hubiese existido jamás para nadie…


- ¿Cómo te llamas?


- Philip. Philip Van Friedigg


- Bien, Philip. Yo te visitaré siempre que pueda.¿ Tus padres serán capaces de soportar tu pérdida?


- Si- lloró sin consuelo- les irá mejor sino estoy yo.


Me subí a la barandilla con cuidado y le besé la frente.


- Que Dios te acoja en su gloria Philip


Bajé de la barandilla. Philip respiró una gran bocanada de aire y se tiró. Se zambulló en el oscuro y abismal agujero negro del agua sin más.


Suelo ir todos los domingos a rezar por su alma y a contarle mis problemas a su tumba. Una promesa es una promesa. Se ha convertido en uno de mis mejores amigos.













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